Salobreña es uno de esos pueblos en
pendiente, que empiezan a la orilla del mar y acaban en la montaña, así que id
descansados (y con calzado cómodo), preparados para subir cuestas bastante
empinadas y algunas escaleras. Podeis comenzar la visita en el Paseo Marítimo,
para luego adentraros en la zona antigua del pueblo. A nosotros nos gustó
especialmente la zona de El Brocal, con sus calles empinadas, retorcidas, y sus
casas blancas con fachadas decoradas con tiestos llenos de flores.
De camino al Castillo árabe, podeis pasar por la Iglesia de
Nuestra Señora del Rosario, al lado de un precioso mirador desde el que se ve el
mar. Por 2’95€ podeis entrar a ver el Castillo (siglo X), mezcla
de arquitectura
musulmana y cristiana. Lo más expectacular son las vistas desde las
torres, desde donde se ven el mar, la sierra y el pueblo de Salobreña, por las
que merece la pena subir hasta allí. Aún así, el castillo es bastante bonito,
aunque lógicamente, tras visitar la Alcazaba de Málaga, pierde un poco en
encanto.
Si ya os habeis cansado de hacer turismo cultural
y de andar, podeis relajaros y tomar el sol en Almuñecar, a
escasos kilómetros de salobreña. Almuñecar tiene hasta 26 playas distribuidas
por su litoral, así que seguro que encontrais alguna de vuesto gusto. Y si no es
el caso y quereis seguir viendo cosas, podeis visitar su acueducto romano, el
aljibe o la necrópolis fenicias o la famosa Cueva de Siete Palacios, donde
actualmente está el Museo Arqueológico.
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